jueves, marzo 22, 2012

Matanza de Judíos


Crónica de una Matanza Anunciada: La Rebelión de La Alpujarra en la Nochebuena De 1568
La rebelión de los moriscos de la Alpujarra en 1568 fue de carácter esencialmente religioso, manifestándose por las persecuciones sistemáticas de los cristianos. Este juicio respecto a la famosa sublevación ha sido compartido por la mayoría de los cronistas e historiadores desde la época. El estudio más reciente de la cuestión morisca caracteriza la rebelión en unas pocas líneas como la venganza atroz de los moriscos enfurecidos.
En la llamada matanza de Nochebuena tenemos que señalar el papel que tuvo el imaginario cristiano en los acontecimientos que produjeron la rebelión morisca.
Los Moros y Cristianos de Granada.
La política que se aplicó a los moriscos no fue asimiladora, sino de persecución religiosa y genocidio cultural. Convertidos por la fuerza al catolicismo a raíz de las iniciativas de Jiménez de Cisneros los granadinos musulmanes fueron objeto de discriminaciones crecientes por parte de la Inquisición de la Iglesia y de la administración real. Mientras tanto, se les quitaban las tierras y padecían la crisis de la industria sedera. Por estás opresiones muchos moriscos pacíficos se dieron a los montes haciéndose “monfíes” bandoleros. En la segunda mitad del siglo XVI el peligro turco tuvo un papel decisivo en la política internacional de los Austrias. Los desembarcos de corsarios musulmanes en la costa y los intentos de moriscos de pasarse a África alimentaron el mito de una quinta columna morisca conspirando para traicionar España a los turcos. En 1567 se proclamó una pragmática real prohibiendo varias costumbres moriscas y sometiendo a los conversos al escrutinio permanente de los castellanos viejos para eliminar la supuesta supervivencia de su fe musulmana. Esta fue una etapa decisiva en el proceso de la rebelión. En 1 .568, los estragos de los monfíes parecían que iban en aumento y rumores de una inminente insurrección de todos los moriscos se apoderaron de la Granada castellana. La élite morisca de la capital era parte de la conjura y esperaban que con los disturbios lograrían la suspensión de la pragmática. La insurrección estaba fechada el Jueves Santo, 15 de Abril 1568, pero el capitán general del reino de Granada, marqués de Mondéjar, fue informado del complot y los moriscos tuvieron que retrasarlo.
 En la noche del 16 de Abril debido a una falsa alarma se tocó un rebato en la fortaleza de la Alhambra, y los vecinos castellanos estuvieron a punto de saquear el barrio morisco del Albaicín y matar a sus habitantes “porque con la sospecha que se tenía, creyeron que se alzaban”. Después de aquel incidente los moriscos alarmados se quejaron a Mondéjar de los peligros que les hubiera podido ocasionar la alarma mientras que el cabildo empezaba a repartir armas entre los castellanos. Un embajador francés escribía en mayo que la alarma había sido causada por una conspiración entre moriscos y piratas argelinos, pero notaba también que existían proyectos de deportar todos los moriscos granadinos al norte de la península.
El 24 de junio Mondéjar mandaba a Felipe II dos cartas moriscas dirigidas al rey de Fez que se habían intervenido y le rogaba darle refuerzos militares o suspender la pragmática. Desde el año anterior Mondéjar (defensor de los intereses feudales y desde luego “amigo” de los moriscos) había manifestado al rey su oposición a la aplicación de la pragmática porque temía que pudiera ocasionar una rebelión y “se quejaba de que se hubiese tomado resolución… sin pedirle su parecer”. En la corte real no se creía en la conspiración y se atribuía la conmoción a unos monfíes, pero en Granada todos los castellanos esperaban una rebelión para la Navidad.
La Conjura de Nochebuena.
Acordaron que fuese en el invierno, la noche de Navidad, cuando la gente de todos los pueblos está en las iglesias, solas las casas, y las personas ocupadas en oraciones y sacrificios; cuando descuidados, desarmados, torpes con el frio, suspensos con la devoción, fácilmente podían ser oprimidos de gente atenta, armada, suelta y acostumbrada a saltos semejantes.
Poco antes de la Pascua en Granada se rumoreaba que los turcos llegarían en la Nochebuena para iniciar la rebelión del Albaicín. Se interpreta este rumor como una maquinación morisca; unos 8.000 moriscos procedentes de la Vega, del valle de Lecrín y de la Alpujarra asaltarían la capital, llevando tocados turcos con el fin de que viendo a estos “turcos” los moriscos granadinos ilusionados por los rumores de desembarco turco se sumarían inmediatamente a la insurrección. Mármol Carvajal (1924), afirma haber visto las confesiones escritas de unos presos moriscos y da el plan de la conjura, incluido una lista de los varios comandos que iban apoderarse de la ciudad. Se vio entonces en Granada por muchos días en el Poniente… sangrientas batallas de hombres peleando a caballo y se interpretó que el Cielo confirmaba con señales las sospechas que los castellanos tenían contra los moriscos.
Los días del Movimiento.
Según Mármol Carvajal (1924) el jueves 23 de Diciembre, novedades en la Alpujarra adelantaron la rebelión: en Poqueira una partida de monfíes emboscaron a unos funcionarios de Ugíjar que volvían a Granada para la Pascua y habían robado las bestias de unos moriscos. Los mismos monfíes mataron luego a cinco soldados de Motril los cuales también robaban a los moriscos para llevarse “regalos” a Granada.
Enardecidos por estos sucesos los monfíes emboscaron la misma noche en Cádiar todo un destacamento de guardas que iban a Adra despojando de paso a los campesinos moriscos. De concierto con Fernando El Zaguer, alguacil morisco de Cádiar, los monfíes mataron a estos soldados mientras pernoctaban en las casas del pueblo. Los moriscos de Cádiar mandaron entonces a sus familias y a sus animales a la sierra y los jóvenes del pueblo acompañaron a los monfíes a Ugíjar. El Zaguer y un jefe monfí  fueron a juntar más gente en los pueblos vecinos para luego concentrarse todos en Ugíjar.
Granada celebró el nacimiento de Jesús con soldados en las calles. La mañana del Sábado 25, dos moriscos llegaron de Orgiva e informaron a Mondéjar que la Alpujarra estaba en rebelión.  Mondéjar pensó que unos piratas desembarcados actuaban con los monfíes y mandó que se formara una fuerza para salir a la costa si era necesario. En la noche del 25 al 26 ocurrió la famosa entrada en el Albaicín del jefe de los conjurados Farax Aben Farax con unos 150 monfíes. Los miles de alpujarreños que venían a asaltar Granada no pudieron cruzar la sierra por las fuertes nieves. Farax no logró convencer a los líderes moriscos de la capital de rebelarse y salió a la calle con su pequeña fuerza antes del amanecer: “Hizo que todos los compañeros dejasen los sombreros y monteras que llevaban, y se pusiesen bonetes colorados a la turqués, y sus toquillas blancas encima, para que parecieses turcos.”
Como se dice hoy en las fiestas de moros y cristianos los “turcos” iban “pidiendo la guerra” desfilando con sus banderas al  son de música mora en las calles vacías del Albaicín. Se enfrentaron con una patrulla cristiana y después de otros incidentes menores se detuvieron en una loma encima del Albaicín donde uno de ellos proclamó la rebelión: “No hay más que Dios y Mahoma, su mensajero. Todos los moros que quisieren vengar las injurias que los cristianos han hecho a sus personas y ley, véngase a juntar con estas banderas, porque el rey de Argel y el Jerife, a quien Dios ensalce, nos favorecen, y nos han enviado toda esta gente y la que nos está aguardando allí arriba. Ea, ea, venid, venid; que ya es llegada nuestra hora, y toda la tierra de los moros está levantada.”
La patrulla agredida avisó a Mondéjar en la Alhambra pero él se negó a bajar sus soldados al Albaicín y a dar la alarma alegando que carecía de tropas. Mondéjar impidió así la llegada de los moriscos de la Vega quienes esperaban los tiros de alarma de los cañones de la Alhambra para acudir en masa al combate. Aceptando la realidad de la intentona de Farax, el caso es que los moriscos del Albaicín y de la Vega no se sumaron a la revuelta. Por la mañana los castellanos viejos subieron con las armas al Albaicín para matar moriscos pero Mondéjar y sus soldados se lo impidieron. Mondéjar salió por fin de Granada detrás de los monfíes de Farax pero sólo les alcanzó cuando desaparecían en la sierra. Los monfíes cruzaron Sierra Nevada en la noche y el día 27 provocaron la rebelión de unos pueblos del valle de Lecrín afirmando que “los moros” habían tomado Granada.
Mártires en la Alpujarra.
Casi toda la Alpujarra se alzó directamente después de la emboscada de Cádiar. En los días 24 o 25 escuadras de monfíes y de jóvenes (los gandules) fueron de pueblo en pueblo enarbolando las banderas de la rebelión, atacando a los vecinos castellanos, saqueando sus casas y la iglesia del lugar. Las fuentes castellanas describen la matanza de los cristianos como acontecimiento salvaje que incluye casos de canibalismo y niños sacrificados. La masacre de los llamados “Mártires de la Alpujarra” ocurre antes de cualquier intervención armada cristiana y sus víctimas caen desarmadas en tiempo de fiestas: “hechos” que aumentan la barbarie de los crímenes y justifican la consecuente represión. Las reseñas del martirio establecen la responsabilidad colectiva de los alpujarreños por haberse todos (mujeres y niños incluidos) manchado las manos en la sangre de los cristianos.
El miedo causó la guerra.
En su narración de la rebelión, Mármol nos presenta moriscos y mártires actuando en casi el mismo drama en cada pueblo de la Alpujarra, pero él menciona también  acontecimientos locales muy específicos que nos ayudan a entender la dinámica que causó la “revolución morisca”. Después de los ataques monfíes del 23 de diciembre, el pánico se apodera de los castellanos y estos se encierran en las iglesias fortificadas. Las violencias parecen cometidas por monfíes y grupos de forasteros. Frecuentemente la matanza de los cristianos ocurre más tarde, cuando los ejércitos de Mondéjar en Orgiva.
El miedo de los cristianos fue una causa principal de la “revolución”. En un clima de tensión internacional, rumores de revuelta general y de desembarco turco aumentan el sentimiento de inseguridad de los colonizadores. Estas quimeras de conspiración y de matanza general les empujan a tomar medidas contra los moriscos. Tales manifestaciones hostiles, precisamente cuando los colonizados se ven acosados por abusos crecientes, favorecen o provocan la reacción morisca, desencadenando la guerra civil.
Por la tarde del 23 de diciembre dos supervivientes de la emboscada de Poqueira dieron la alarma en Orgiva y al día siguiente se avisó a todos los castellanos de los alrededores concentrándose en Orgiva donde se había fortificado una torre en caso de insurrección o de incursión de piratas. Los castellanos cogieron luego a mujeres y niños moriscos como rehenes y se encerraron con ellos en su “castillo”. Los moriscos del pueblo se alzaron entonces y enarbolando sus banderas, cercaron la torre mientras familias y animales subían a la sierra y sitiaron el castillo hasta la llegada del ejército de Mondéjar.
En Ugíjar el alguacil mayor fue informado de la rebelión tres días antes por el párroco de Darrical (el cual había informado a Mondéjar de la rebelión de Semana Santa) y ordenó entonces a los vecinos castellanos a congregarse todos en la iglesia previamente fortificada.
Pero los vecinos no le hicieron caso por no creer en la posibilidad de un desembarco musulmán en pleno invierno. El viernes la noticia de la matanza de Cádiar les alarmo y de repente todos se hicieron fuerte en la torres de la iglesia y de dos casas cercanas. “Estas tres torres estaban en triángulo, puestas de manera que los de dentro no dejaban asomar á nadie por las calles, que los enclavaban luego con los arcabuces, y tenían mucha munición que tirar, porque les habían traído dos días antes catorce arrobas de pólvora de Málaga, y el alcalde mayor había repartido entre los arcabuceros.” Los monfíes llegaron a Ugíjar en la noche, abriendo la cárcel y quemando el archivo judicial local. La mañana del sábado 25 los habitantes moriscos abandonaron el pueblo cuyas calles dominaban los tiradores de las torres. Un superviviente de la emboscada de Cádiar alarmó al comandante de la guardia de Dalias y éste pensando en un ataque de piratas o de turcos, pidió auxilio a Almería y salió con su fuerza a Adra donde no encontró noticia de desembarco.
Viendo muchos “moros” en los cerros el oficial concluyó que toda la comarca se había alzado y por miedo a encontrarse cercado, se retiro a Adra. Los moriscos atacaron de noche y prendieron fuego a una torre que era de madera, quemándose vivos la mayoría de sus defensores. La otra torre se rindió y se negoció la entrega de la iglesia. Los moriscos pedían a los castellanos les entregarán sus armas y pagarán un rescate para conducirles hasta Guadix. Pero el alcalde mayor rechazó el acuerdo, insulto a los “moros” hicieron un gran fuego en la puerta de la torre y los “cristianos” tuvieron que rendirse. Muchos moriscos de otros pueblos habían acudido a la contienda y se maltrato a los castellanos mientras bajaban de la torre con cuerdas. Al día siguiente, cumpliendo con una orden de Farax, gandules y monfíes ejecutaron a todos los presos en el cementerio.
Varios pueblos del valle de Lecrín no se sumaron a los monfíes de Aben Farax y sus habitantes huyeron a la sierra. Los soldados que Mondéjar mandó a tomar el puente de la Alpujarra en Tablate se dedicaron al saqueo del pueblo y fueron asaltados y derrotados por los moriscos. Después de la emboscada de Poqueira los moriscos de la zona de las Guájaras se fueron a la sierra por verse atacados por bandas de castellanos de Motril y Salobreña. Muchos se refugiaron en Guájaras del Fondón, donde el día 30 de Diciembre llegó el señor del pueblo con unos 150 soldados para defenderse de los monfíes. Amenazó con saquear el pueblo sino se le entregara comida y dinero y el párroco no logró convencerle de irse con sus tropas. De noche, los moriscos metieron fuego a la iglesia que servía de cuartel al señor y a sus soldados y los mataron a todos. Luego escoltaron el sacerdote hasta Motril.
Guerra á fuego y á sangre.
Enfurecidos por las noticias que llegaban de la Alpujarra, los castellanos de Granada se incorporaron en masa en las milicias. Un alto cargo propuso la deportación de todos los moriscos para evitar una revuelta en la ciudad. Asustados por la noticia de una intervención militar del gobernador de Murcia, el marqués de los Vélez, los moriscos protestaron delante de Mondéjar y querían ayudar a la corona contra los monfíes, verdaderos responsables de la conmoción. Las milicias concejiles castellanas se concentraron en Granada hasta el día 3 de enero 1 569 cuando Mondéjar salió a la Alpujarra. Las tropas acamparon primero en el valle de Lecrín e inaguraron la campaña saqueando los pueblos cercanos, matando a muchos moriscos y tomando a sus mujeres como esclavas. Los milicianos tenían poco valor militar e iban motivados por el afán de botín. Los moriscos mandaron varias embajadas pidiendo la paz, embajadores de El Zaguer informaron a Mondéjar que los moriscos querían entregarse y acusaron a los monfíes de los estragos cometidos.
Salvo el rechazo de estas iniciativas de paz por Mondéjar, la campaña se caracteriza por los saqueos sistemáticos y unas masacres ejemplares. Así en Jubiles cientos de moriscas cautivas fueron matadas delante de la iglesia o la matanza de los defensores de los Guájaras (mujeres y niños incluidos) ordenada por Mondéjar, sin olvidar las masacres en Félix y Ohanes por el marqués de los Vélez. Al final de febrero la pacificación parecía completa y la mayoría de los moriscos habían entregado sus armas.
Enigmas de la rebelión.
 La historia de los mártires de la Nochebuena justificaba el genocidio de los autóctonos por los castellanos. Durante esta llamada matanza los moriscos de Turón escoltaron a los castellanos del pueblo hasta Adra para salvarlos de los monfíes. La visión oficial de la rebelión desbarata la variedad de actitudes de los moriscos que no eran partidarios unánimes de la “revolución” pero fueron todos tratados como enemigos o sospechosos. En realidad no hubo unión entre los moriscos durante la guerra ni siquiera dentro del reino de Granada. Por los estragos del marqués de los Vélez y de los soldados de Mondéjar (Lároles, Válor) o la masacre de los prisioneros volvieron a alzarse, encontrando que la paz no era posible.
Conclusión
Los hechos que presenté parecen a la crónica de una rebelión anunciada sino de una provocación para justificar un genocidio. Descartando la idea de un complot de los cristianos, lo cierto es que ellos se preparan para la rebelión así desencadenan un proceso que transforma la ficción en tragedia. De la actuación del mito conspiratorio surge la historia. Los castellanos actúan según unos temas producto de la memoria colectiva cristiana. Cartas de conspiradores intervenidas, ataque en las fiestas, rey mesiánico de los rebeldes, simbolismo de signos celestes, de los días y del nombre, carnavalesco en la rebelión como mundo al revés, sacrificio de niños, canibalismo, etc... Son tantos temas que aparecen en las crónicas de la revolución morisca y cuyas genealogías ayudarían quizás a entender cómo se construye el mito de una rebelión. Tales temas forman parte de la herencia cultural o de la memoria histórica de un pueblo y rigen la práctica de sus miembros, teniendo a veces una historia muy larga.

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