jueves, marzo 22, 2012

El Pogromo de Granada de 1066


En el siglo X era tan numeroso el asentamiento de los judíos en Granada que el cronista Abu - Bakr Muhammad Ibn Zakari llamó a la ciudad Garnatat al-Yahud, ''la Granada de los judíos''.
Los árabes llamaron en sus crónicas y escritos de la época a este lugar Garnatat Al-Yahud o Granada de los Judíos durante más de 80 años, a partir del año 711.
Era un asentamiento judío llamado Garnatat, que habitaban próximo a las orillas del Darro, en la colina del Mauror, coronada por las Torres Bermejas, antes de la llegada de los árabes y que facilitó a éstos la conquista del lugar. Los árabes la llamaron al principio Garnatat Al-Yahud (Granada de los judíos).
A la llegada de los árabes existían 3 pequeñas poblaciones:
Iliberis (Elvira), en el Albayzín y Alcazaba.
Castilia, cerca del actual pueblo de Atarfe.
Gharnatat, en la colina, frente a la Alcazaba, que era un arrabal de Iliberis.

Granada es un término cuya acepción en hebreo es "ger-anat": ''campo de refugiados". La ciudad surgió como suburbio de Elvira, y en él se instalarían los judíos escapados de las guerras de Roma, cuando se iniciara esa primera diáspora por Europa tras la segunda destrucción del templo de Salomón, en el año 70, durante la Gran Revuelta Judía. Cuando llegaron los musulmanes en el 711, la llamaron "Gharnatat Al -Yahud" en sus textos.
La Granada nazarita tuvo dos visires judíos, Samuel Ibn Nagrela y su hijo José, que adoptó el nombre árabe de Yusuf, que protegieron a la comunidad judía, y que ambos murieron asesinados entre 1056 y 1066.
Su muerte en los palacios de la Alhambra estuvo unida a la aniquilación de la población judía de Granada por los hispano-musulmanes. Se calcula que hasta cinco mil judíos perecieron en el pogromo hispano-musulmán de 1066 que acompañó al asesinato de los dos visires judíos de la corte nazarita.
En general los judíos se consideraron como propiedad personal de los reyes, califas o emires, lo que les permitía cierta independencia y privilegio de trato, pero a la vez recelos encontrados, muchos de los cuales estallaron en los Pogromos de 1013 en Córdoba y en 1066 en Granada o en 1391 en los reinos cristianos, hasta la definitiva expulsión en 1492.
Esa cifra iguala o supera a la de judíos presuntamente asesinados por los cruzados en su pillaje de la Renania unos treinta años después, al comienzo de la Primera Cruzada. Es probable que al pogromo de Granada incitara, entre otras cosas, la acerba oda antijudía de Ibrahím ben Mosud, llamado Abu Ishaq Al-Ilbiri (es decir, ''el de Elvira''), célebre jurista y poeta musulmán de la época, que había escrito un impresionante poema de odio antisemítico, ante el rumor que corría por la ciudad del asesinato sobre el rey Badis en la Alhambra por José Ibn Nagrela.
La ciudad clamaba venganza, culpando a los judíos de Granada y, tras la lectura de la ''Diatriba'' de Abu-Ishaq, el 30 de Diciembre de 1066 fueron perseguidos como alimañas, siendo asesinados, degollados o ahogados por humo, en la razzia de fuego y sangre que se inició esa noche en la ciudad.
El rey Badis fallecería 7 años después, en 1073, sin haber podido evitar, en su momento, la ira antisemita de Abu-Ishaq y sus consecuencias sobre la judería de Granada.

Texto de la casida, Diatriba de Abu-Ishaq que desató la matanza

"Lleva, mensajero, a todos los Sinhaya, lunas llenas y leones de nuestro tiempo, estas palabras de un hombre que los estima y que creería faltar a sus deberes religiosos si no les diera saludables consejos.
Vuestro señor ha cometido un yerro, del que los malévolos se regocijan: pudiendo elegir su secretario entre los creyentes, lo ha tomado entre los infieles. Gracias a este secretario, los judíos, desde el fondo de su vilipendio se han convertido en grandes señores, hasta el extremo de que ya en orgullo y arrogancia rebasan todo limite.
De la noche a la mañana y sin sospecharlo siquiera, han conseguido cuanto pudieran apetecer; han llegado al ápice de los honores, de manera que el mono más vil de esos infieles cuenta hoy entre sus dores una muchedumbre de piadosos y devotos musulmanes. Y todo eso no lo deben a su propio esfuerzo, no; ¡el que los ha encumbrado tan alto es un hombre de nuestra religión!
Ah! ¿Por qué ese hombre no sigue a su respecto el ejemplo que dieron los príncipes buenos y devotos de antaño? ¿Por qué no los vuelve a su puesto? ¿Por qué no los convierte en los más viles de mortales?
Entonces, yendo en tropel, llevarían en medio de nosotros una vida errante, a merced de nuestro desdén y nuestro desprecio; entonces no tratarían a nuestros nobles con altivez, ni a nuestros santos con arrogancia; entonces, no se sentarían a nuestro lado esos hombres de raza impura, ni cabalgarían al lado de nuestros grandes señores de la corte! ¡Oh Badis! Tú eres un hombre de gran sagacidad y tus conjeturas equivalen a la certeza:
¿Cómo es posible que no te percates del mal que hacen esos diablos cuyos cuernos se manifiestan por doquier en tus dominios? ¿Cómo puedes profesar afecto a esos bastardos que te han hecho odioso ante el género humano? ¿Con qué derecho esperas afianzar tu poder, cuando esas gentes destruyen lo que tú edificas? ¿Cómo puedes otorgar una confianza tan ciega a un malvado, y hacer de él tu íntimo amigo?
¿Has olvidado que el Omnipotente dice en el Libro que no hay que trabar amistad con los malvados? No tomes, pues, a tales hombres como ministros; abandónalos a las maldiciones, pues toda la tierra clama contra ellos; ¡pronto temblará y entonces todos pereceremos! Dirige tus miradas hacia otros países y verás que en todas partes se trata a los judíos como perros y se les da de lado.
¿Por qué has de ser tú el único en obrar de otra manera, tú que eres un príncipe amado de tus pueblos, tú que procedes de ilustre estirpe de reyes, tú que aventajas a tus contemporáneos, como tus antepasados aventajaron a los suyos?
Llegado a Granada vi que allí señoreaban los judíos. Se habían repartido la capital y provincias; en todas partes mandaba uno de esos malditos. Ellos recaudaban las contribuciones, comían opíparamente, vestían con todo lujo, en tanto que vuestra indumentaria estaba vieja y deteriorada. Todos los secretos del Estado les eran conocidos: ¡qué imprudencia confiarlos a traidores! Los creyentes malcomían a razón de un dírham por cabeza; ellos, en cambio, banqueteaban suntuosamente en palacio.
Os han suplantado en el favor de vuestro soberano, ¡oh musulmanes! ¿Y vosotros no los recusáis, les dejáis hacer? Sus oraciones resuenan igual que las vuestras: ¿no lo oís, no lo veis? Sacrifican bueyes y carneros en vuestros mercados y ¡vosotros coméis la carne que para ellos mismos es inmunda! El jefe de esos monos ha enriquecido su morada con incrustaciones de mármol; ha hecho correr fuentes donde corre el agua más cristalina y en tanto que nos hace esperar a su puerta, se mofa de nosotros y de nuestra religión.
¡Oh, Dios, qué desventura! Si dijera que es tan rico como tú, ¡oh rey!, diría la verdad. ¡Ah! Apresúrate a degollarlo y a ofrecerlo en holocausto; sacrifícale; es un carnero cebón. No perdones a sus parientes y allegados. También ellos han reunido inmensos tesoros. Toma su dinero. Tú tienes más derecho que ellos.
No creas que sea una perfidia matarlos, no; la verdadera perfidia sería dejarles reinar. Han quebrantado el pacto que habían estipulado con nosotros; ¿quién se atrevería, pues, a recriminarte por castigar a perjuros? ¿Cómo podríamos nosotros aspirar a distinguimos, viviendo en la oscuridad, cuando los judíos nos deslumbran con el brillo de sus grandezas? Comparados con ellos somos objeto de vilipendio, y diríase en verdad que nosotros somos unos malvados y que esos hombres son gente honorable.
No consientas por más tiempo que nos traten como hasta ahora vienen haciendo, pues tú nos responderás de su conducta.
Recuerda que tú también un día tendrás que dar cuenta al Eterno sobre la manera como hayas tratado al pueblo que El eligió y que ha de gozar de la eterna bienaventuranza."

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