Con puntualidad dio cuerda a todos los relojes que día a día, año tras año fueron quedando unos olvidados y otros en un deposito interminable, en las paredes de su taller, ese taller que hace años instalo en un pequeño local en una esquina muy cerquita de su casa...
El tiempo era su compañero, medirlo con precisión su misión, pero su tiempo el del reloj de su vida también estaba en un periodo de decadencia y desgaste.
Muchos ajustes había dado a miles de relojes durante su larga vida de esa profesión que su tío, “el pelirrojo” le había iniciado de niño, su tío no era un gran relojero en su época, se podía decir que casi juntos aprendieron el oficio, pues el, en sus ganas de saberlo todo en muchos de los casos adelanto en sabiduría e ingenio a su tío.
Ya hacia mucho tiempo que el banco de trabajo que ocupo su tío, era el lugar donde los relojes como el decía, que estaban muertos, descansaban, entre polvo y piezas de otros relojes reparados...era como el desguace y la morgue juntos.
A el gustaba descansar su vista sobre esa mesa, tantos recuerdos podía acumular que en muchas ocasiones con un solo vistazo a la mesa le volvía a la realidad...su cabeza con frecuencia se fundía en el pasado y en sus muchos sueños...siempre quiso ser marinero o buhonero...algo en relación con viajar solía decir cuando se le preguntaba de niño que quería ser de mayor... pero el destino y el empeño de sus padre de que aprendiese una profesión de provecho y si fuese posible en el pueblo, le llevo a ser el relojero...
Lejos esta de ser un profesión donde se viajase, pero el había sustituido viajar en la tierra por viajar en el tiempo, se sentía dueño de el cuando conseguía después de horas dedicadas, reparar el viejo reloj e insuflarle el aliento de “vida” que el amorosamente concedía...
Tampoco era el momento de lamentarse, pues era su ultimo día en el taller, su tiempo, el de la vida le había marcado ya la hora del reposo, ya tenia acumulado el tiempo suficiente como para sentirse poseedor del, por otro lado derecho a descansar...
Otro vistazo a la mesa, concedía a su vida un momento de reflexión, todo era tan conocido en esa mesa que pudo notar que uno de los relojes, aquel, recuerda con claridad, que trajo la hija de “manolo el de los pavos”, que sin remedio ni arreglo fue a la morgue, pues la caída que sufrió no daba mas posibilidades de que llegase a funcionar, aun siendo atendido por manos expertas, era muy antiguo y de piezas casi artesanales.
Precisamente aquel reloj... que salvó de puro milagro la integridad de su cristal, tenia un reflejo azulado.
La situación estratégica de su tienda permitía que durante todo el día la luz del sol iluminase por ratos cada rincón, pared y esquina; pero el banco del tío “dorao” como el solía llamar a su tío cuando de niño le increpaba por su juguetona actitud o por demostraciones de quien manda aquí, que su tío gustaba de hacer delante de los clientes de la relojería de la Esquina, nombre poco original, pero impuesto por popular aclamación.
A ese banco no llegaba el sol hasta ultima hora de la tarde (pensó), cuando la luz da una patina de oro a todo, y las partículas de polvo revolotean removidas por el rítmico movimiento de la cola del gato, Isaías, bonito nombre para un gato, y regresan puntuales mis ataques de tos... siguió pensando.
Se quito las gafas y vio con mas intensidad aquel reflejo en el cristal, quiso frotarse los ojos pero le pareció una niñería hacerlo, el sabia desde siempre, por poner una fecha cercana, que ese reflejo lo estaba viendo y no era producto de las cataratas que coronaban uno de sus ojos, o una visión irreal.
Movió su cabeza en dirección a la luz y sin llegar a ponerse de nuevo las gafas, vio con mas claridad como el que en un principio le pareció un reflejo se convertía en una luz de origen...una pequeña pero concreta luz.
Su cabeza rápida en razones, le obligo por inercia a alargar su mano en dirección a esa luz...tocar para creer, y luego dudar, eran sus premisas en la vida, y su cabeza priorizaba esa teoría y ordenaba a todos los músculos tendones y nervios a tomar parte en el descubrimiento del caso.
Cuando sus dedos alcanzaron a tocar el reloj, una campanada anunció que era el comienzo de la hora quinta de esa, su ultima tarde en el taller... no le perturbo el sonido, distinto hubiese sido si el sonido de campanas viniese de la puerta de la tienda, de esas campanas que colgó hace ya mucho.
Una tras otra, las campanadas se acercaron a su final, dos, tres....escuchó.
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