sábado, julio 03, 2004

La araña Lobo.

La tiranía de sol marca el espacio entre una muerte y otra, en un lugar donde vivir es un premio constante y efímero, donde la vida vale tanto como la necesidad de otros, y conservarla pasa por arrebatársela a los demás, los pocos seres que se atreven a pasar su vida en el son constantes ladrones de halitos de vida, castradores de ilusiones y esperanzas. La pura necesidad de subsistencia condiciona sus vidas.

La monotonía del día a día y los conocimientos del entorno moldean un carácter tosco, agresivo y desconfiado, acicalado por la propia experiencia de subsistencia en un medio tan inhóspito y confuso.

El horizonte es infinito y brumoso, la luz que en cualquier otro lugar seria fuente de vida e información, en este sitio es culpable de espejismos y falsas visiones distorsionando la realidad.

Los seres que hacen de este lugar su morada saben como se tiene que actuar en este lugar, pero no cuentan con la seguridad de poder hacerlo, siempre estarán condicionados a los demás seres que anteponiéndose a el le arrebataran sus esperanzas en el mejor momento de su vida, si por un mal hacer cometen el error de cruzar la frontera de la imprudencia.

En un medio monótono y extenso de soledad y vida en juego, silenciosos sonidos informan de la presencia oculta de cazadores de vidas y arrebatadores de sueños, sin el silencio no son nada, su presencia tiene que estar oculta y engañosamente adaptada al entorno.

Emboscados y mimetizados conforman un engañoso paisaje de paz y tranquila armonía, nada llama poderosamente la atención si no es con un engañoso fin, el lugar te dota de los medios necesarios para ser un ser oculto y acechante pero no te facilita el poder diferenciarlos de los que por naturaleza y forzados por sus destinos resisten los envites de sus ancladas vidas en un lugar que el destino les dio como lugar de estar...lejos quedan de ser parte adaptada del lugar.

La ondulada superficie apenas alterada por pequeños brotes de vegetación y salpicadas de rocas ancladas al solano, conforman la monótona escena donde este ser mora. Un cráter en la arena caliente y seca es su reino y su prisión, todo muy bien camuflado y dispuesto.

La escena repite día a día el mismo son, aquí no pasa nada, aquí no hay nada, nadie alterara su fotográfica imagen, nadie diría lo contrario, nadie sospecharía de lo que ve, lo que percibe y lo que siente, en ese espacio limitado por los repetidos escenarios infinitos y muertos.

Los movimientos apenas se pueden percibir salvo en las oras nocturnas en las que pequeños golpes de arena salen despedidos del interior del cráter, sutiles movimientos conocidos y estudiados conforman su quehacer diario. Necesita preparar su trampa, su razón de ser y su causa de permanecer en ese lugar.

La naturaleza misma nos condena a nuestra eterna condición, el ser esto o aquello es destino y estar en un lugar anclado o pasajero, es también destino, y morir es destino, y el propio destino es nuestro destino.

Las cosas son por algo, nada es azar en este lugar, no se permite la duda la inseguridad ni el error, la vida misma rechazaría esas insinuaciones.

Los ingenuos pasos del inocente ser o no tan inocente en busca de la fuente de su propia vida, le acercan al borde del cráter...un solo movimiento del inquilino del lugar y el escenario cobrara mágica vida causante de muerte y mas tiempo de vida para su agresivo morador.

Tan solo una pequeña brisa pudo ser la causa por la que el “inocente ser” cambiase su rumbo, una brisa que le trajo la información de la dirección donde estaba su fuente de vida...

Otra vez será...

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